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sábado, 16 de julio de 2011

La magia del nombre

La magia del nombre es la magia de las hamacas. Ir y venir. Salir pero quedarse. Partir  no sin antes volver. La magia del nombre es de un orden luminoso, por eso Dios pidió, cunado pidió, la luz. Que salió suponemos de una sombra. Pero no borró la sombra, más vale la perpetuó. Es decir (Dios no lo dijo por conocer la naturaleza del nombre) que hágase la luz no es la frase completa. La omisión es de carácter práctico. La frase completa diría: hágase la luz que ilumine la sombra, pero que por Dios no la borre.
     Quiero decir, primero que hay una magia en el nombre. Esto es empíricamente comprobable. Segundo que esa magia alumbra, y perpetúa, una sombra. No es, esa luz,  la luz de los focos.
     La magia del nombre, intento ser más claro, es expulsiva y retentiva, quizá, al mismo tiempo. Mirada de lejos tiene la voz de un arrepentimiento. Que quiere enterrar lo exhumado. Pero de cerca no. Ni ha desenterrado por siempre ni pretende guardar bajo tierra. El nombre se transpira para mojar, para dejar quietos los árboles, para aguarles las plumas. Ama los gorriones pero los quiere fuera de sí, detenidos frente a su ventana. Caza mariposas para clavarlas. El nombre desnaturaliza. Desmiente la esencia de las cosas. No deja volar a los pájaros, viento a los árboles, fluir a los ríos, crecer a la infancia. La magia del nombre es vorazmente nostálgica. De una nostalgia ajena, mámica. Quiere que vuelvan, que se queden, que no se vayan, que se mueran. Y tiene culpa. Porque ella los ha expulsado, ella los ha aventado, exhalado de sí. Porque la palabra respira. Tiene la métrica de la respiración. Exhala para inhalar. Nombra al árbol para limpiarse pero lo deja plantado para siempre en un mundo que quizá se irá ensuciando.
     La magia del nombre tiene su acción terapéutica. Desentenderse del árbol y petrificarlo. Es antinatural, repito. Tiene su posología casi siempre misteriosa. Y puede fallar. Está plagado de contraindicaciones como el fracaso, el desencanto, la obsesión o la locura.
     Queda prohibida su distribución a los cautos. O, en todo caso, no se garantiza el beneficio de su magia. Porque el nombre, también es cierto, también puede ser un mero nombre.

2 comentarios:

  1. Y vos sos el mago del nombre que silencia lo que nombra la palabra ENSAYOS, mi estimado y talentoso amigo Cristian... excelente, por no decir EXCELENTE, con ese tremendo y metafórico discurso tan tuyo (y disculpe que recurro a los evitables adverbios vacantes:) Felicitaciones y abrazo (espero di cuore, cristian, que estés preparando -si todavía no lo hiciste- un libro con todos tus notables ensayos sobre el arte de escribir).

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  2. Aún desde la inocencia del "mero nombre " que nos permite seguir escribiendo, aplaudo la reflexión atinada y certera. Creo en los espacios y en el silencio. Felicitaciones.

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