Buscar este blog

viernes, 25 de enero de 2013

Vaivenes del agua mansa

Un soplo suave, inverso, silencioso y lento y la exigua marea comienza la bajamar,
luego otro, raudo, apenas enfático y el agua, translúcida y verde, 
repiensa su retirada hacia el fondo circular y oscuro del que todo viene,
al tercer aire, definitivo y sonoro, el agua flotante y móvil, en reflujo, se pone ausente,
obediente, sí, de la fuerza movediza que lo llama sin violencia ni tutía,
la hierba parece sola, olvidada casi, con las hojas implorantes,
y el borde entibiado, entonces, comienza a volverse lentamente triste,
la opacidad parece ganar un viejo y reciente fulgor
y un abandono descuidado y seco para sí lo recupera todo.
Entonces sólo hay que esperar el derrame que viene de arriba,
la lluvia chorreada y unánime que como un río angosto baja y se vuelve,
el lazo curvo de río transparente que se estira, se alarga y desciende,
reflota así progresivamente la hierba dilatada con esferas transparentes,
irisadas, hasta el borde, indecisas como espuma,
y vuelve la pleamar,
se aviva de este modo la mano cóncava, la parte oscura, del lado de la palma,
se eleva todo luego hasta el encuentro que encuentra y devuelve el sentido, 
hasta el hallazgo más que tibio cálido, reiterado, que yace allá como un niño en espera,
segundos arriba, 
como un puerto ansioso de sed, de hambre, de amor, de recuerdo mutuo, de humedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario