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martes, 29 de abril de 2014

La pensión

pende
todos sabemos que pende
titila, tiende, sobrenada
pende
nadie lo sabe pero pende
se acuclilla, se encarama, pendula
pende
alguien deberá afirmarnos que pende
que bascula, que tiembla, que cintila

pero nadie cree en ese dios
la pensión es una soledad de las arañas
bifurcar su fatalidad en un exceso de la palabra
el silencio es sabio porque ignora



jueves, 24 de abril de 2014

la herida en el costado


mientras me busco
un costado por donde huir
dios
una herida en que sangrarme
huyo
me voy
de todos los sitios a la vez
es decir
me desecho
con una flor en la nariz
vuelvo
me reclama la eternidad
no me puedo faltar
ser ateo de mí
gritar
y yo que cada vez es menos



lunes, 21 de abril de 2014

la sílaba


hambre
serena sedición
cercado de todo
sitiándolo
ruta
falanges 
inclinadas
tiempo
y espacios
averigua
anda
si vos fueras
babea
tal vez un acaso
o casi
llegar
y en sed se inclina
ser agua
bebe
o no
siembra
verse
para cuando
aprieta
balbucea
sin saber qué
acaricia
se supone
cae
o averigua
rumia
dice
como te busco imposible

lunes, 14 de abril de 2014

la mueca de la prescindibilidad

y yo cada vez más prescindible incluso para mí
y ellos cada vez más ellos incluso para sí
y las hojas que se llenan de huecos cada vez
y los pájaros que se olvidan
y el monte que me olvida
y una noche perturbada de saber
y un berrinche de chico sin saber
y una mesa para nadie excepto yo
y un lamento ensimismado salvo yo
y yo cada vez menos sediento y más con sed
y cada vez más invisible incluso ya
y a cada rato menos
inolvidable

domingo, 13 de abril de 2014

yo los veo pasar

a ellos

los veo pasar
felices con impunidad
ciertos cuando ríen
ilesos al hablar
largos y amenos
amplios
los veo pasar
por mi casa pasan
no se desmienten
ni se encogen
no perciben la culpabilidad
o es que no la tienen
pasan con la boca sabia
arroyos
se llevan con flexibilidad
la cara liviana o las manos
entregados
en sí
al aire los cuellos despiertos
no fingen
no sufren desierto
destierro
rigidez
yo los veo pasar
no les pesa la dicha en el cuerpo
no llevan resabios
ni rémoras
ni fatalidad
no me ven y no les falto cuando no me ven
andan a tientas
hermosos
públicos
se prefieren siguen y se van
camino a nada pero mientras tanto...
como sabiendo que nada más importante...
camino a nada pero mientras tanto
yo los merezco un ratito
les dejo mi celo
en ellos pasa delante de mí un hombre que quiero y que nunca seré


El último canto

la última vez que canté lo hice a capella
y sin público
también la primera
en el medio pasaron tantas cosas
que se han sabido borrar
o imprecisar 
como un humo cuyo fuego no existe
la última vez que canté lo hice sin ropa
y sin armas
también la primera
todo lo que pasó antes 
y después fue una visión irreconstruible
inaccesible para todos
descreo de su realidad
en cambio
la última vez que canté no sabía que cantaba
tampoco la primera
luego lo supe y pasaron otras cosas llenas de un ruido borroso y ensuciado
de cuyas palabras
de cuyo alcohol
de cuyas muecas nadie se hace cargo

domingo, 6 de abril de 2014

La vida comentada


¿Qué se ficieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?


como un Rimbaud despedido
despreciado o despreciante
que aún no ha dejado una temporada en el infierno
no
ni iluminaciones
no
ni cosa que se le parezca
que se iguala al poeta en la partida
en la alejada o en la acercada
en lo trunco que no lo será desde un futuro sensato
dejante o dejado
por un trabajar que no lo entusiasma
que no le da dioses adentro
como un Rimbaud que no hubiese transitado
paraísos
sus insomnio y sus deliraciones
como un Rimbaud ignoto
es decir
como alguien que no pudo ser ni nada que Rimbaud
pero escapó de todos modos
de la esperanza de serlo
del delirio inconfesable de serlo
de la insensatez de serlo
como un Rimbaud que practicó
sosamente
alguna vez es cierto
meramente y para nadie
la vida comentada


miércoles, 2 de abril de 2014

Escuela y Literatura

“Hay quienes gustan verdaderamente de la literatura”, decía, aproximadamente, un hombre que ya estaba viejo y seguía ciego pero no perdía el humor, “quienes no gustan de ella”, seguía, “se dedican a enseñarla”. Y no decía nada demasiado lejano a una verdad.
     Es que la complejidad de la literatura no se lleva muy bien con los esquematismos de la pedagogía. Los alumnos, pienso en los alumnos adolescentes, sobre todo, fueron entrenados en el hábito de la respuesta, más que en el de la interrogación; más en el de la certeza que en el de la incertidumbre. Y la literatura lo es, casi toda ella, incerteza e indeterminación.
     Cómo situarse, un docente, frente a un texto de ficción que más azora que define, ante el reclamo voraz de “explicación” de los oyentes. Cómo pararse en el medio, entre el texto y los alumnos, sin dejar de ser docente y sin dejar al texto sin literatura. Quizá una respuesta posible sea pensar el verbo en una primera acepción: enseñar es mostrar. Entonces la función del docente se reduciría casi a la de un buen amigo que presta o recomienda una lectura sin intervenir en los significados posibles. Esa parada deja al texto ser texto, pero al docente lo deja como extraviado, incompetente, ajeno.
     Cómo se planta un docente, que quiere hablar de un texto sin desnaturalizarlo, ante un auditorio que sólo concibe la pregunta como la primera parte de un intercambio cuyo único complemento posible es, obligatoriamente, la terminante respuesta, una suerte de cierre, de clausura, de definición. Otra opción, claro, es la sinceridad. Todo lo que de satisfactorio haya en mis enunciados es falso, diría el docente, o podría serlo, o parcialmente, lo cual no mejora mucho las cosas.
     “Hablar de literatura obligatoria”, decía también aproximadamente el viejito del digno bastón, “es absurdo. Es como hablar de felicidad obligatoria”. Claro que esta es una mirada radicalmente hedonista de alguien nacido y criado entre libros. Los alumnos, por lo general, no comparten su biografía. Entonces, se le ocurre a este enseñante, quizá la misión del docente sea la de mostrarle esa “felicidad”. De encarnarla. Transmitirle, quién sabe de qué manera, la propia felicidad, si es que se la siente, al transitar los sinuosos caminos de la literatura.
    Pero la verdad es que Literatura, en las escuelas, es menos un conjunto de textos de ficción que una matera curricular. Que precede a Historia, pongamos por caso, y sucede a Biología.
     Entonces, si de un lado está la literatura, con toda su irresolución, toda su apertura, y toda su marginalidad, del otro está la didáctica y la institución escolar, con sus edificios y sus funcionarios. En el medio el docente deberá hacer lo imposible por echar luces (que no luz) sobre ella, y a la vez aspirar a no neutralizarla. La literatura es un borde, una orilla, un rincón y una grieta. La escuela, por lo general,  propende a lo contrario. Quizá, bien pensada, la ficción sea contracultural, contrahegemónica. Entonces la dejaremos aletear. Un murciélago que se metió de noche, ilegal, en el Palacio de Justicia.