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miércoles, 27 de mayo de 2015

el cuarto propio


si por la hendija
de la puerta
cerrada
veo la luz...
¿está la luz?
¿está la puerta?
¿existe afuera?

martes, 26 de mayo de 2015

El Círculo de la Infertilidad


No fue debido a la improbable conjunción de un espejo y una enciclopedia. No fue, tampoco, debido a la ardua compañía de un poeta ambicioso y mediocre de la ciudad de Buenos Aires. Fue por la paciencia, el esmero, la obsesión, el deseo, la necesidad. La regadera y el azadón.
Tampoco, hay que decirlo, el descubrimiento fue cosa milagrosa o fantástica. Un pedazo de tierra, simplemente, dentro de las dos o tres hectáreas que rodean el rancho de la chacrita del Loco Chavero, en el que, a contrapelo del empeño, del amor incluso y del tiempo, no crecía nada. El Círculo de la Infertilidad, gustaba llamarlo, excesivamente, como en todo, Don Herminio.
Y digo de la paciencia y el empeño porque fueron muchos los años que, según sabía contar Herminio, fue buscando, paso a paso, riego a riego, ese rinconcito de tierra en el que las semillas de manzana, damasco, ciruela, naranja y mandarina, e incluso el pasto, se abstuvieron siempre de crecer. Era su Círculo (aunque en verdad la forma era irregular y hasta algo informe), su Sitio de la Infertilidad, así, con mayúsculas, por la seriedad un poco afectada que tomaba su tono al nombrarlo.
Y lo cuidaba, claro, más, incluso, o más, sobretodo, que todo el resto de la chacra, superpoblada groseramente de árboles frutales de distintos tamaños y edades, que, decía, eran la medida justa de su esfuerzo para llegar al sitio, por fin, en que ni la gramilla más silvestre subía al cielo.
Debe haber algo ahí abajo que no permite el crecimiento, le decía yo, a veces, en un llamado iluso a la sensatez, a la comprensión. Herminio me miraba y se ponía levemente triste. Agachaba la cabeza y la mecía discretamente. Yo me paso la vida, decía, buscando un trozo de infertilidad en mi suelo y vos la única reflexión que tenés a mano es esa, preguntaba o afirmaba, pero ya no miraba.
Cada día Don Herminio esquivaba la fronda de su chacra para irse hasta el Círculo. Cuando yo me iba, él se quedaba. Mirándolo se quedaba. Fijado. Nunca supe cuál era su deseo. 

martes, 12 de mayo de 2015

diario último del capitán


si busco
la ballena blanca
si vago
disminuido
cojo
por cubierta
popa o proa
si maldigo
si vivo
por un solo destello ido
cuelga
de mis ojos la sombra
vuelvo
no es preciso saber
nada
no es mejor el saber
algo
si emerjo
de una ballena
me hundo
en una tardanza
demora
mi odio no se puede trascender del amor
que una mancha a lo lejos puesta
asomada a lo hondo
ensañada de hombre
una emboscada
un crucifijo de agua
de barro o hierro
duro
allá
no sé donde pero allá
no sé quienes pero allá
no sé cuando pero allá
allá a lo cerca
pero siempre
temo
trueno
soplo
rujo
una ballena me busca